Isabel tuvo que ir a la privada por las largas esperas de la pública.
Un crecimiento generalizado en toda España tras la pandemia.
... En Castilla-La Mancha, en concreto en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), vive María Isabel Ruiz, de 32 años. Es peluquera, pero ha tenido que dejar de trabajar porque el dolor que tiene en el brazo izquierdo no le permite sujetar el secador. “No puedo hacer un peinado, se me cae de la mano”, explica. Su problema empezó hace seis años: un dolor que iba desde el codo hasta la muñeca le ha tenido desde entonces del neurólogo al traumatólogo, ida y vuelta. No conseguían dar con el problema y ha pasado incluso por el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde le hicieron “dolorosísimas” pruebas.
La decisión de los doctores llegó en septiembre de 2020: había que abrir la muñeca para tratar de aliviar un nervio dañado. Desde entonces, no sabe nada y ha perdido su trabajo en la peluquería porque no lo podía seguir ejerciendo. “Estoy cada vez peor, cada vez más débil, con la mano izquierda cada vez más inútil. Y soy zurda”, lamenta. Lleva más de un año esperando una llamada que no llega, con la esperanza de solucionar un problema que arrastra desde los 26 años. Su optimismo es relativo: los propios médicos le confesaron que no sabían si podrían arreglar su problema. “Me dijeron que mirarían en la muñeca y que si no se solucionaba igual me tenían que operar el codo”, cuenta.
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